Gracias, Presidente
Fernando Barros Tocornal Abogado, consejero de Sofofa
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Fernando Barros Tocornal
No es fácil recapitular tres décadas trabajando junto a Sebastián Piñera Echeñique.
Primero, en su quehacer empresarial como impulsor del sistema de tarjetas de crédito en Chile, sus actividades inmobiliarias, financieras, aviación, comunicaciones y otras áreas a las que su inagotable fuerza creadora e inigualable capacidad de estudio y ejecución le llevaron a incursionar y sacar adelante.
Luego, motivado por un profundo espíritu de servicio público, se volcó a participar en el trabajo legislativo, destacando como uno de los senadores que más aportó a la modernización de nuestra legislación comercial y tributaria, y a la consolidación del modelo económico y social de libre empresa y de estímulo de la iniciativa privada, una vez que el país pasó a un régimen de democracia plena conforme a lo contemplado en la Constitución Política de 1980.
“La historia juzgará con justicia la capacidad de Sebastián Piñera de privilegiar su compromiso con nuestro sistema democrático para superar la crisis que siguió a la agresión del 18 de octubre de 2019, sin recurrir a la violencia”.
Su reconocida capacidad le permitió validarse en un sector en el que no pocos veían con recelo sus orígenes políticos, pero llegó a constituirse en el líder indiscutido que llevó a la centroderecha a ganar la Presidencia de la República en 2010, que lo recibe con un país fuertemente golpeado por el segundo peor terremoto de nuestra historia.
Ello no lo amilanó. Se consagró a la reconstrucción y a conducir a nuestro país a una etapa de gran desarrollo y crecimiento, a pesar de la enconada oposición obstructiva que enfrentó de un mundo político embriagado por un retroceso ideológico y de una sociedad que, cada día más, perdía la conciencia de que el éxito y la posibilidad de surgir y progresar están en el esfuerzo propio y espíritu de superación, y que el rol del Estado no puede suplir esa fuerza vital, sino que generar las condiciones, a través de una gestión eficiente y colaboradora del aparato estatal, para el éxito de los individuos.
Después de Bachelet II -cuando la economía cae fuertemente por las nefastas reformas tributarias, educacionales y otras malas políticas-, Piñera logra una contundente elección para su segundo período presidencial y comienza un nuevo proceso de reconstrucción. Esta vez, reencauzando la economía, la que rompe su declive y logra un crecimiento sostenido hasta la asonada violentista de 2019, que ha significado al país y a vastos sectores un retroceso en su realidad personal y sus perspectivas.
La historia juzgará con justicia la capacidad de Piñera de privilegiar su compromiso con nuestro sistema democrático para superar la crisis que siguió a la agresión del 18 de octubre, sin recurrir a la violencia y “usando siempre, repito, siempre, los mecanismos de la democracia y la Constitución” (Presidente Boric).
En las pequeñas y las grandes injusticias que sufrió jamás guardó rencor y no dudó en revisar racionalmente sus reproches con sus críticos o ayudar a los que ayer lo habían perseguido o agredido, incluso antes de que se disculparan por querellas y recriminaciones que “fueron más allá de lo justo y razonable.”
Al término de su mandato, con la conciencia de haber hecho lo que correspondía y que su país lo necesitaba, dejó de lado su beneficio personal y siguió aportando a la causa del desarrollo y la democracia hasta el día de su fatal partida.
Con nostalgia recordamos los innumerables casos de silenciosa y desinteresada ayuda a quienes lo necesitaban, lo mucho que hizo por Chile, y nos alegramos de que en su último tiempo pudo sentir un creciente y transversal reconocimiento de sus compatriotas a su capacidad y entrega, a su gran eficiencia y sus logros. Estamos ciertos de que pudo captar el tremendo cariño con que Chile lo despidió.